domingo, 12 de enero de 2014

EN LA REALIDAD CARNAL

Antonin Artaud nos dejó dicho que nada hay más profundo que la piel. Y desde aquí hacia lo más hondo. No podemos confundir palabras generales, así sexo no es erotismo, ni erotismo residente de los genitales, ni genitales simple apertura, humedad, recarga de sangre y temperaturas corporales. Pero sexo, eros -con o sin genitalidad- siempre ha de ser carnalidad. Carnalidad que se palpa o carnalidad que se huele, carnalidad que se ve o carnalidad que se imagina entrando por sextos sentidos.

Las casi 100.000 potentes terminaciones nerviosas que recorren nuestra piel no pueden ser obviadas; la ubicación de éstas, tampoco. Nuestra década parece decantarse por un sexo desplazado a segundos planos, como si una supuesta libertad sexual nos hubiese hastiado. La capacidad de sublimación humana conduce al intento de lograr orgasmos a través de actividades como la satisfacción laboral o el triunfo deportivo, colocándonos más allá del contacto, seres místicos en el estado de la meditación, la pureza y la perfección.

El propio Epicuro decía que el comercio carnal no puede aportar nada bueno al ser humano. Así se nos muestran los nuevos defensores de la castidad: no todo es sexo en esta vida, debe ser superado, no se puede depender de él, se convierte en una adicción, debes manejar tus apetencias, puedes sentirte realizado en otras actividades. Y defienden así que la castidad no es cuestión de pecado, represión y mojigatería, sino cuestión opcional y respetable de conseguir la felicidad por otros derroteros. Por eso recordamos e invocamos desde aquí a Artaud: nada hay más profundo que la piel. Y no sólo el frío estimulan,un pezón, añadimos. 

Aquel que olvida la predisposición de su sistema nervioso, las relaciones entre caricia-piel-placer, podrá lograr desde su pureza el orgasmo futuro de la realidad virtual. Nosotros hemos optado por la realidad carnal.


El Erizo Abierto, febrero 1994
Dibujo, Luis Miguel Aguilera

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